Mi amiga y yo somos extranjeras. Después de años de alquilar pisos y compartir habitaciones, hemos sacado varias reglas de convivencia basadas en nuestra experiencia.
Recién llegada a España, lo ves todo de color rosa, estás dispuesta a perdonar a tu casero la ducha sucia,
el váter roto y todo lo que sea. Pero, ¡cuidado! Comprueba que todo funciona bien, si no, ¡al final te cobran todos los desperfectos!
Otra regla importante: no convivir nunca con el dueño del piso. Si parece simpático, va a querer hacerte compañía constantemente. Y si es antipático, vas a tener que aguantar sus manías.
Bien, ahora te mudas a un piso compartido en un barrio céntrico con vistas a un parque precioso. Hay tres dormitorios y un salón. La casera no vive allí, pero
sospecha que usas su ordenador clandestinamente por la noche. Por eso de vez en cuando aparece ¡a las dos de la mañana para regar las plantas!
Finalmente te vas a vivir a una casa antigua con 8 dormitorios y solo un baño. En cada habitación vive una chica de un país distinto. Y todas os encontráis a las 8 de la mañana haciendo cola para ducharos.
Por la noche os robáis yogures mutuamente de la nevera, y por la mañana discutís quién friega la cocina. Este ambiente forma un caos divertido,
te acostumbras incluso a la compañera que aprende a tocar la flauta a las 7 de la mañana y a aquella otra que cocina desnuda,
hasta que un día encuentras a una pareja desconocida en tu cama. Conclusión: si alquilas una habitación en un piso muy grande, asegúrate de que tiene más de un baño y elige bien a tus compañeros de piso.
Convivir con chicos es más fácil. No necesitan mucho para pasarlo bien. Desayunan con Cola-Cao y galletas, están todo el día con su ordenador y salen con amigos muy a menudo.
Todo va fenomenal entre vosotros hasta que se echan una novia celosa... Entonces, si no tenéis los nervios de acero,
¿por qué no alquiláis un estudio? Es seguro, tranquilo y absolutamente predecible, sólo que ¡bastante más aburrido!