Los alumnos que han aprobado 2º de Bachillerato tienen derecho a presentarse a la Selectividad, un conjunto de exámenes para acceder a la universidad. De la nota final dependerá su futuro: la carrera que podrán escoger.
Una vez elegida la carrera, hay que matricularse, es decir, formalizar tu solicitud de plaza y escoger las asignaturas. Todas las carreras tienen un plan de estudios que se compone de asignaturas obligatorias y asignaturas optativas. Las obligatorias tienen más créditos, por eso cuestan más que las optativas. El primer año toca hacer largas colas. El trámite es presencial. Los cursos siguientes la matrícula se hará online, mucho más cómodo. Pero al principio es un lío de documentos y recibos. Hay que acudir al banco a pagar la matrícula y también las tasas de secretaría, excepto si te han concedido una beca.
Una vez metido en el ajo, empieza lo más difícil. Lo primero, entregar los trabajos a tiempo. Hay que coger buenos apuntes, es más importante que seguir el libro de texto. Pero lo principal es aprobar en la primera convocatoria para poder terminar la carrera. Si suspendes en la convocatoria de junio, tienes otra oportunidad en septiembre. Y si vuelves a suspender, te toca pagar segunda matrícula el siguiente año, que cuesta el doble que la primera. Por este motivo muchos alumnos tendrán que dejar la universidad.
En España el 70% de los alumnos no aprueba todas las asignaturas el primer año, y muchos terminan la carrera en más de cuatro años. Pero tener carrera no te asegura un buen trabajo, incluso en Medicina e Informática, carreras con más salidas. Por eso mucha gente para continuar su formación y ampliar el currículum después de graduarse opta por hacer un Máster, y algunos (un 2%), un doctorado.